



¿Qué hace que marcas como SHEIN, Amazon y Netflix estén tan presentes en la vida del consumidor y sigan vendiendo?
Las empresas llevan años repitiendo el mantra de la transformación digital como si fuera un rezo obligatorio en las juntas directivas: “Debemos innovar, siempre buscar la disrupción, o cómo evitar quedarnos atrás”. Y, sin embargo, a la hora de la verdad, muchas compañías siguen gestionando sus procesos con hojas de cálculo tradicionales, haciendo sus diseños de forma sencilla y utilizando sistemas que requieren un sacrificio a los dioses de la tecnología para no colapsar.
Hablemos claro: la transformación digital no es opcional, no es un lujo, ni una moda pasajera. Es como la electricidad cuando Edison empezó a iluminar el mundo: te adaptas o te quedas en la oscuridad. Y aquí no hay velas que te salven.
Si algo nos ha enseñado la historia es que la resistencia al cambio es el camino más seguro al fracaso de un negocio. Un claro ejemplo es Blockbuster, que aunque tuvo oportunidad de apostar por el futuro digital de Netflix, decidió ignorarlo y enfrentar la bancarrota ante un creciente mercado de streaming.
Para saber más: Lo que enseñan los fracasos de franquicias como Quiznos, Blockbuster, Baja Fresh y Cold Stone Creamery
En México, el problema no es la falta de tecnología, sino la mentalidad. Un informe de EY señala que muchas empresas latinoamericanas saben que deben digitalizarse, pero enfrentan barreras internas como la resistencia de los directivos (que muchas veces prefieren apostar por lo “seguro”) y la falta de habilidades en sus equipos.
Básicamente, es como si te dijeran que debes aprender a nadar porque el barco se está hundiendo y respondieras: “Pero siempre hemos navegado bien así”.
Uno de los sectores más afectados por la digitalización es el comercio. Antes, abrir una tienda significaba rentar un local, contratar empleados y esperar a que los clientes llegaran. Hoy, una persona con conexión a internet y una idea de negocio puede venderle productos a miles de personas sin moverse de su casa.
El Estudio de Venta Online en México 2024 de la AMVO deja claro que el crecimiento del e-commerce en el país no es casualidad. Entre la creciente penetración del internet, la confianza en los pagos digitales y la pereza de los consumidores de salir de casa, el comercio electrónico ha pasado de ser un complemento a convertirse en el canal de ventas principal para muchas marcas.
Pero la digitalización no es solo vender en línea. Implica adoptar herramientas como inteligencia artificial y análisis de datos para anticipar lo que quieren los consumidores antes de que ellos mismos lo sepan.
KPMG lo confirma: las empresas que utilizan big data pueden optimizar su cadena de suministro, mejorar su relación con los clientes y desarrollar productos que realmente tengan demanda.
Un caso a revisar es el de SHEIN, que no solo digitalizó la moda, sino que redefinió las reglas del juego. A diferencia de las marcas tradicionales que tardan meses en lanzar una colección, SHEIN analiza en tiempo real lo que las personas quieren y responde con nuevos diseños en cuestión de días. ¿Magia? No, solo el uso inteligente de datos, automatización y una cadena de suministro que parece haber sido diseñada por ingenieros de la NASA.
Conoce más: ¿Moda con sostenibilidad? Cómo en SHEIN buscamos transformar la industria
Aquí viene lo irónico: mientras algunas empresas luchan por adaptarse a la digitalización, otras han nacido completamente digitales y están devorando mercados enteros. La transformación digital no es solo comprar software o abrir una tienda en línea. Es una reestructuración completa del negocio, desde la mentalidad hasta los procesos.
Las empresas que han triunfado en esta era no lo han hecho porque instalaron un CRM nuevo, sino porque entendieron que el consumidor ha cambiado y que la competencia ya no es el negocio vecino, sino cualquier startup en otro continente con una mejor estrategia digital.
Si algo nos ha enseñado la historia es que la evolución no espera a nadie. Hoy, la transformación digital no es una opción ni un proyecto a futuro; es el presente.
Las empresas que sigan aferradas a modelos obsoletos terminarán como los videoclubs después de Netflix: irrelevantes y olvidados.
La pregunta no es si las empresas deben digitalizarse, sino cuándo lo harán. Y si la respuesta no es “ya”, probablemente sea demasiado tarde.